Me parece un libro valiente porque aborda un tema que ha sido mucho tiempo tabú absoluto y aún en la democracia parece que se menciona a hurtadillas. Por eso me gusta la forma en que el narrador va descubriendo los datos, siempre de forma parcial, a retazos y medias palabras. Incluso la generación de postguerra tuvimos que luchar contra un muro de silencio de los propios protagonistas e ir enterándonos de las cosas de modo fragmentario y difícil (yo misma no supe hasta que tuve 15 años que a mi abuelo lo habían fusilado en Zaragoza, sólo por ser republicano).
Lo que más me impresiona es la historia cotidiana, la descripción de cómo eran entonces los pueblos, las casas, las tierras comunes ... pero sobre todo la historia de los que entonces eran niños. La desolación que tuvieron que sentir los niños que, como el padre del escritor, además de que les habían arrancado a sus seres queridos, iban a hospicios que eran como cárceles.
El libro es un homenaje a todas esas personas que quedaron heridas de por vida. Adelante.
Elena (59 años).
1 comentario:
Si alguien piensa solo en términos comerciales le recomendaría que no escribiese. Son las palabras las que nos definen como seres humanos.
Lo que recomendaría a los lectores son dos cosas que léan el libro hasta el final, y que haya algo que les conmueva, que les haga pensar después de terminarlo de leer.
Areles tiene momentos espléndidos de reflexión, de emociones contenidas y también porque no, de silencios. Debe ser el propio lector el que los descubra por sí mismo.
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