Presentación

La idea de este libro se ha ido gestando desde hace unos años. Ha pasado un tiempo desde que comenzamos a ponerlo en marcha un tiempo en que ha sido necesario superar duros momentos en los que gracias a la firme convicción de saber que hacíamos lo correcto nos fue inyectando dosis extra de la energía y el optimismo necesario para poder llevarlo a término.
Elegimos como vehículo el libro porque la cultura fue una de las más importantes reivindicaciones de la época en que vivieron los hombres y mujeres cuya memoria aquí pretendemos recuperar y homenajear. La lectura es una excelente herramienta a la hora de transmitir al lector un amplio abanico de vivencias, acontecimientos, ideas y sentimientos etc.
Hemos tenido la gran suerte de compartir con muchas personas que se han identificado con nuestro proyecto y que hemos contado con una gran ayuda y solidaridad desinteresada por su parte, lo que muestra una extraordinaria calidad humana. Para nosotros ha sido esta una experiencia extraordinaria y muy emotiva. Los beneficios obtenidos con la venta de ejemplares irán destinados a un fondo de libros y DVD que serán donados a la biblioteca municipal de Uncastillo.
Nos gustaría que a través de este testimonio estas generaciones de jóvenes y otras venideras tengan una idea de la España de la época más ajustada a la realidad.
La pretensión del libro y del proyecto en general es recuperar parte de una memoria que por distintas circunstancias ha permanecido durante mucho tiempo en letargo. Un silencio que dado el tiempo transcurrido desde los hechos luctuosos que dan arranque a esa memoria y los contundentes cambios políticos y sociales acaecidos, ha debido interesar a todos, no derivando por tanto únicamente, como se pretende con demasiada frecuencia, de imperativos políticos dimanados del ejercicio del poder.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El Existencialismo

Para muchas personas la filosofía como tal es un auténtico peñazo. Nosotros siempre hemos contemplado la filosofía con un ejemplo muy gráfico. Imaginad una mosca dentro de una botella transparente, la botella representa el mundo y su claridad, la mosca un ser vivo que se golpea constantemente en la transparencia de la botella buscando la salida, la filosofía sirve para indicar a esa mosca dónde se encuentra el lugar de salida.
Sartre nos dice; “El hombre está condenado a ser libre”. ¿Tiene el hombre control sobre sí mismo?. ¿Qué es la conciencia?. ¿Qué es la memoria?. ¿ Qué es lo que nos hace recordar todo lo que hemos visto y vivido?.
El existencialismo abarca varias corrientes filosóficas que toman como punto de partida la situación existencial del hombre, de esta manera deducimos que los existencialistas toman como punto de partida al propio ser humano con lo cual interpretamos que el existencialismo es un humanismo ateo.
Los humanistas ateos creemos que el hombre no tiene una naturaleza eterna ni divina en donde refugiarse. Tenemos que elegir por nuestra cuenta como queremos vivir.
Pero cuando el hombre se da cuenta de que existe y de que va a morir y de que no tiene nada a lo que agarrarse, entonces esta situación le origina angustia y le crea un sentimiento de desesperación y del sentido absurdo que puede llegar a tener la vida. Porque una vez que ha sido arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.
Este es precisamente el punto clave que nos subraya Sartre. Somos individuos libres, y debido a nuestra libertad estamos condenados a elegir durante toda la vida. No existen valores y normas eternas por las que nos podamos regir. Precisamente por eso resultan tan importantes las elecciones que hacemos. Porque somos completamente responsables de todos nuestros actos. El hombre jamás debe eludir la responsabilidad de sus propios actos. Por eso tampoco podemos librarnos de nuestra responsabilidad teniendo que aceptar ciertas normas, ir al trabajo, cómo debemos vivir, sin llegar a convertirnos ni refugiarnos en la mentira de la vida. Porque la libertad humana nos exige poner algo de nosotros mismos existir auténticamente. Esto es aplicable a nuestras elecciones éticas. La vida debe tener algún sentido. Existir es crear tu propia existencia, y tenemos la obligación de desarrollar ciertos mecanismos naturales que es necesario que tengan cierto protagonismo. La conciencia y el compromiso son sentimientos fundamentales, pues de esta manera participamos en decidir lo que percibimos y seleccionamos lo que tiene importancia para nosotros. Nuestra propia existencia contribuye a decidir cómo percibimos las situaciones. Somos nosotros mismos quienes creamos lo que somos.

3 comentarios:

Jesús dijo...

Dos de los exponentes más importantes del existencialismo son Sartre y Camus. Los dos estaban de acuerdo en la teoría de fondo pero al mismo tiempo los dos hicieron interpretaciones distintas y tuvieron comportamientos distintos a la hora de defender dichos pensamientos.
Algo semejante ocurre cuando hablamos del significado de ateo y agnóstico, pero me parece que hay una clara distinción entre ellos. Un ateo se piensa en alguien que dice no, el no de la negación como expresión de una actitud que niega una afirmación. Cuando se dice que se es ateo, es decir, cuando se niega a Dios, se dice que no se quiere que exista Dios, es una negación dialéctica que implica una dependencia y un compromiso, esta negación es una actitud global de alguien que niega y que supone el compromiso de admitir como necesaria la existencia de lo que niega para que la afirmación de la negación tenga sentido. Este es el compromiso que define al ateo, que en resumen, es un hombre que niega la existencia de Dios y no cree en ella, se afirma una ausencia, la ausencia de Dios.
De esta forma el ateo se ve abocado a tener que dar sentido a su actitud en la vida cotidiana y a asumir el compromiso implícito en su afirmación.
Un agnóstico cuida mucho decir “yo soy ateo” pues no quiere caer en el compromiso implícito que adquiere el ateo, para no tener que verse arrastrado en esa negación.
El agnóstico dice “yo soy agnóstico” decirlo no le crea un condicionamiento global que le puede provocar una actitud global, sino la aceptación de un hecho que impide aceptar otro, algo así como “yo vivo perfectamente con la humanidad y no necesito más”. Ser agnóstico es no echar de menos a Dios. El agnóstico tiene una menor complejidad psicológica y mental, aparece como un hombre liso en relación al ateo o al religioso que aparecen como hombres con muchas dobleces y complicaciones. El agnóstico dice que no es posible conocer nada que esté fuera de sus posibilidades de conocer y que sus posibilidades de conocer se agotan en lo humano. Puede admitir que la teología mística supone un esfuerzo intelectual de primer orden. La fe se separa de la razón para el agnóstico en cuanto el objeto de la fe cristiana, el Dios trascendente es una hipótesis indemostrable y no necesaria desde el conocimiento razonable, elimina de la creencia las características irracionales de la fe y las añadidas que se formulen como dogmas metohistóricos.
El ser agnóstico explica las contradicciones del mundo desde hipótesis cuyos significados son verificables, es decir admisibles como reales según las exigencias de la razón. Esta actitud de razonabilidad permite aceptar serenamente las contradicciones o las provocaciones del mundo.
El ateo creció como contradicción lógica y vital del creyente. La cultura cristiana ha producido al ateo como el protagonista de una negación consecuente a una afirmación.

Jesús dijo...

El existencialismo es un humanismo, pues no entiendo que pueda haber otro humanismo más que el agnóstico. Cada vez aumenta más el número de agnósticos. Los agnósticos aumentan según disminuye el número de cristianos trascendentes y de ateos. El ser agnóstico parece que es el único camino posible para el humanismo, en cuanto que es la referencia común donde lo que no es humano deja de ser humanamente entendido.
Humanismo significa entender al hombre. Desde este punto de vista sólo puede ser un humanismo auténtico y eficaz para proteger la idea que hace del hombre un ser mitad real, mitad ilusorio. No obstante, para ser humanos y practicar el humanismo es necesario estar perfectamente instalado en la humanidad. En la humanidad no hay nada definitivo, salvo el instante; es decir, la posibilidad de que la duración permanezca. La ausencia de lo definitivo da al humanista una relación puramente convencional con la red de normas que envuelven la vida y no resulta necesario mantener respecto de ellos posiciones dogmáticas por este motivo la relación con el conjunto de normas que regulan los actos humanos no es de inmutabilidad, sino de responsabilidad. La responsabilidad ante las normas nace de la responsabilidad ante la humanidad.
Todo lo que pertenece a la humanidad es respetable, siempre que no destruya sus bienes. Destruir los bienes de la humanidad es perder la conciencia de que son nuestro único haber.
Además, esta conciencia supone una responsabilidad que descansa en nuestro cerebro y que está más hondo que el sentimiento en el que descansa la moral. Estamos acostumbrados a vincular responsabilidad a valores morales y nos inclinamos a olvidar que hay una responsabilidad anterior que es la conciencia de una obligación primordial y originaria. Desde que nacemos empezamos a tomar conciencia de la necesidad de sobrevivir físicamente, de modo que nuestro cuerpo es el primer ámbito de responsabilidad. Cuando el cuerpo se estropea, la conciencia de la obligación de sobrevivir aparece como la responsabilidad primordial, haciendo de la conciencia del dolor o de la enfermedad la conciencia irresponsable. La irresponsabilidad aparece como un resultado del carácter independiente del dolor. La conciencia irresponsable se caracteriza por la falta de imputación consciente respecto de los mecanismos de objetividad del mundo, como ocurre con la enfermedad por ejemplo. Quizá esté en esto la explicación del interés del agnóstico por la ciencia. La ciencia provoca siempre la conciencia responsable respecto de la objetividad del mundo. La conciencia responsable de un científico descansa en el conocimiento material de lo humano, porque es sobre la humanidad en cuanto materia sobre lo que trabaja. Por otra parte, quien posee una conciencia responsable en un determinado ámbito de actividad tiende a valorar desde la conciencia responsable a la totalidad de las relaciones vitales que le atañen.
De todos modos no estaría de más estar con un ojo avizor vigilando los peligros que encierra la ciencia, considerada por muchos humanistas la nueva religión del siglo XXI por su fuerte carga dogmática produciendo una ortodoxia que despierta sentimientos impuros de destrucción de los llamados bienes humanos como la conciencia.

Jesús dijo...

Por último el agnóstico no ignora que la conciencia responsable disminuye hasta desaparecer cuando la acción sobre lo humano va asociada a la justificación y a la destrucción de los bienes de la tierra, incluyendo entre los bienes al ser humano. El trabajador explotado justifica y se hace irresponsable respecto a la humanidad y se convierte en una herramienta que incide directamente sobre su conciencia pero que no se justifica por si misma más bien es el producto de su frustración. En la sociedad de la mercancía y del consumo, si el hombre no desarrolla una conciencia y un conocimiento crítico, puede terminar devorado por la alienación y la rutina que sufre.
Una vez conseguido el objetivo y la clarificación de ideas como que el gasto del mundo no da al hombre conciencia de lo que es. Al contrario, es el ahorro del mundo lo que nos hace fuertes y vitales. Cuando esto ocurre el hombre se integra en la humanidad. Así como el consumidor superfluo posee la conciencia irresponsable en un mundo que le excede por la abundancia. Por consiguiente el agnóstico tiende a ser el máximo ejemplo de la conciencia responsable, frente al consumidor superfluo.
Cuidar del mundo es una necesidad en una conciencia responsable. Nada, apenas nada, de lo que tenemos está hecho desde la idea de cuidar del mundo y esta acción no se restituirá hasta que admitamos que se le ha quitado.
Digamos que gran parte de la destrucción del mundo ha sido ocasionado casi siempre por la estética. Es más, la estética ha sido el descuido del mundo. Lentamente el hombre se va educando para cuidar el mundo y de esta educación nacerá un arte del cuidado en el que lo esencial será la humanidad.
Pero no olvidemos que todo lo que hay en el mundo es digno de ser cuidado especialmente para lograr su superación. El cuidado ante las perversiones de la humanidad, para eludirlas con un esfuerzo continuo, para encontrar el sentido de la especie, aleja al agnóstico de cualquier debilidad pesimista insuflándole la suficiente vitalidad para hacer frente de una forma responsable, sin ningún tipo de pereza ni escurrir el bulto. No cabe la pereza de ser cuando se es consciente de que lo humano siempre exige algo, malo o bueno, agradable o desagradable, pero siempre un cuidado, pues el descuido ante lo humano, sería el equivalente a la enajenación absoluta a dejar de ser.
La última razón del trabajo es que transforma y crea modos y formas, esta en nuestra condición de ser y que mejor modo de demostrar nuestra propia humanidad que la objetivación del esfuerzo, algo que da a la especie conciencia de sí misma.
El género humano se realiza trabajando, de tal modo que trabajar es entender los significados de lo humano, existen relaciones de producción que son condición necesaria del trabajo y del producto del trabajo.
Es difícil, en la actualidad que el agnóstico no entienda que el existencialismo es el camino correcto para interpretar la humanidad sin pretender salirse de sus límites y condiciones. El mundo pertenece a los humanos, no a un humano. Esto quiere decir que el humanismo es crítico en cuanto los demás también son humanidad responsabilizada. El agnóstico no pretende tener razón; pretende que los demás le demuestren que tienen razón. Esta actitud supone una crítica que en ningún caso es dogmática, pues no excede a la crítica de “no me convence”. En cuanto la crítica es un instrumento para llegar al convencimiento algo que siempre le aportará conocimiento. La crítica del mundo le puede llevar al agnóstico a desarrollar cierto impulso utópico hacia un estado perfecto o a la concepción de una globalidad en que se relaciona el sentido de las partes. El agnóstico cree en la utopía del mundo. Confía en que el conocimiento completo de lo humano lleve a una instalación del hombre en el mundo que coincida absolutamente con las exigencias de la especie.
Para el humanista agnóstico la humanidad es su familia, el mundo su patria.